La victoria de Gustavo Petro en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia ha sido acogida con expresiones de gran esperanza por los sectores situados en la izquierda y con cierta prevención (e incluso temor) por aquellos que no se colocan enfrente del candidato triunfador. Más allá de visiones fuertemente ideologizadas o de posturas excesivamente voluntaristas todo apunta a un futuro gobierno de Petro más posibilista que sectario, más moderado que radical y más cercano a la “socialdemocracia” que a un hipotético “castrochavismo” como creen sus enemigos. Un Petro más en la línea de la nueva izquierda regional, que encarna el chileno Gabriel Boric, que de posiciones más antiguas vinculadas al anterior “giro a la izquierda» latinoamericano (2003-2013)... Ese posicionamiento de Petro dentro de un ámbito más moderado se apoya en una triple estrategia: ya se ha concretado, durante la noche electoral, en un “discurso a lo Mandela” y continuaría con su deseo de seguir la “línea Boric” en su presidencia y en la conformación de un posible círculo de confianza en el gabinete que recordaría, en cierto sentido, al “equipo de rivales de Lincoln”.
En primer lugar, el tono de su discurso, tras ganar las elecciones, se apoyó en hacer un llamamiento a la convivencia, la moderación, la integración y unidad nacional al “estilo Mandela” consciente de que recibió el 50% de los votos pero un 47% no confió en él. En su mensaje incidió en la conciliación ya que “no es un cambio para vengarnos, para construir más odios, no es un cambio para profundizar el sectarismo en la sociedad colombiana”, y tendió las manos a todas las fuerzas políticas desde su rival en los comicios (Rodolfo Hernández) hasta su histórico enemigo político, el uribismo. En segundo lugar, Petro es un hombre amplia experiencia que sabe lo que es gobernar en medio de la crispación y la polarización (cuando fue alcalde de Bogotá entre 2012 y 2015) situación que no querrá repetir. Además, sabe lo que está ocurriendo en el vecindario y cómo la radicalidad conduce a la ingobernabilidad (Perú) mientras que la moderación (el estilo Boric en Chile) no garantiza pero abre senderos para posibles entendimientos. Si Boric alertó, cuando tomó posesión, de que solo son posibles las reformas si se garantiza la gobernabilidad, Petro ha asegurado que sin asegurar el crecimiento económico no podrá haber reformas sociales. En tercer lugar, esa moderación se deja traslucir en la elección de figuras en las que se va a apoyar en su futuro gobierno. Es cierto que ese gabinete será heterogéneo y con presencia y peso de referentes situados más a la izquierda (la vicepresidenta Francia Márquez, por ejemplo) pero las posiciones clave estarán ocupadas por hombres moderados, de prestigio y experiencia. Es el caso de quien se perfila como hombre fuerte de la economía, el exministro de Hacienda Rudolf Hommes, quien ya estuvo en esa cartera durante la administración de César Gaviria,. Además, podría contar con el respaldo de figuras de talla internacional, experiencia y moderación como el exministro José Antonio Ocampo, quien asesoró la campaña del precandidato de la Coalición Centro Esperanza, Sergio Fajardo o el exrector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, precandidato de la Coalición de la Centro Esperanza. Sin embargo, ninguna de esas estrategias parece capaz de superar el que se alza como el principal problema que va a enfrentar Petro: garantizar la gobernabilidad en medio de un panorama marcado por la falta de mayoría en el legislativo, una alta fragmentación y una polarización que se ha hecho muy visible en la larga campaña que ha vivido el país. La opción que se le abre a Petro pasa por conquistar el respaldo del centro: dialogar con la bancada del Partido Liberal así como con la Alianza Verde para ampliar su base de apoyo y de esa forma que sus ambiciosas reformas no sean bloqueadas. Además, el nuevo panorama exige del futuro presidente una gran capacidad pedagógica. A Petro le acompaña una revolución de expectativas (cambio de la matriz productiva con apuesta por la economía verde, reducción de la pobreza…) que no le ayuda a hacer más sólido su gobierno. A su legitimidad va a tener que añadir esa pedagogía política para hacer entender que no es tiempo de urgencia sino de paciencia, prudencia y objetivos pragmáticos. Lo de “conquistar los cielos” quizá quede para futuros gobiernos que alcance el poder en mejores coyunturas. AUTOR: Rogelio Núñez Castellano. Doctor en Historia de América Latina por el Instituto Ortega y Gasset (Universidad Complutense de Madrid). Miembro del Instituto de Estudios Latinoamericamos de la Universidad de Alcalá y professor en la Universidad Francisco de Vitoria
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