Dentro de la heterogeneidad de los países latinoamericanos hay un diagnóstico que se viene repitiendo desde al menos 2019 de que la democracia en la región está fatigada. Ello es así porque, a pesar de la elección casi generalizada de los poderes del estado mediante comicios razonablemente libres, competitivos, con resultados aceptados por las partes y generadores de alternancia, la gente está descontenta y hay una severa crisis en la representación política. El descontento que producen expectativas que no se cumplen se refleja en la gente en la calle y en la desconfianza generalizada de la población en las instituciones. Por su parte, los partidos políticos, que han sido los canales monopolizadores de la política durante lustros, están desdibujados y se ven subvertidos por candidatos con propuestas extremadamente personalistas y estrategias comunicacionales que fomentan discursos polarizadores...
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