Persecuciones a gran velocidad, tiroteos a diestra y siniestra, vehículos blindados abaleados, avión evacuando al detenido despegando inextremis…todo parecido con el rodaje de una narcotelenovela ya no es pura coincidencia. La realidad superó la ficción y lo que se ha visto retratado tantas veces en películas de acción, series a gran presupuesto de las plataformas de streaming, es lo que se vivió en directo en el poblado Jesús María, Culiacán, estado de Sinaloa, al norte de México, el pasado 5 de enero 2023 cuando se puso en marcha el operativo para capturar a Ovidio Guzmán, hijo del famoso capo de la droga mexicano apresado en una cárcel en Estado Unidos, el “Chapo” Guzmán. Lo más lamentable de la noticia, que sin duda merece toda la atención por los 29 muertos que dejó el suceso, es que aquella espectacular captura apenas significa un breve sismo en la geopolítica del narcotráfico y del crimen organizado que lo acompaña, pues si bien significará un éxito para las autoridades mexicanas y estadounidenses, equivaldrá también a un periodo de reorganización de los carteles con su corolario de violencia, que se sufrirá más que nada en los barrios populares de Sinaloa. Fuera de aquello y en esencia, no modificará demasiado la mega estructura transnacional de los negocios ilícitos alrededor de las drogas y el inmenso emporio financiero que la acompaña. En este negocio es bien conocido el adagio “a rey muerto, rey puesto”.
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