Próxima a celebrarse la III Cumbre CELAC-UE, que reunirá a los jefes de Estado y de Gobierno de ambas regiones, después de ocho años de interrupción de las citas de alto nivel, los resultados políticos son inciertos y el largo plazo de las relaciones tiene pronóstico reservado. Esto, a pesar del importante nivel que ha alcanzado en las últimas dos décadas la cooperación birregional, ya que la UE es la primera fuente mundial de Ayuda Oficial al Desarrollo y ocupa el primer lugar en inversiones, muy por sobre China y Estados Unidos juntos. El compromiso comunitario con la región durante la pandemia ha sido también muy relevante. A juzgar por las señales que llegan desde Latinoamérica, no parece ser suficiente. Tampoco parece serlo la potente señal de un verdadero salto cualitativo, lanzada desde la UE con la reciente propuesta de la Comisión Europea “Una Nueva Agenda para las Relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe”, presentada al Parlamento Europeo y al Consejo hace poco más de un mes, junto con una batería de proyectos emblemáticos del programa Global Gateway anunciados en marzo para 2023, en especial las asociaciones en los temas Digital, Clima y Energía, Transporte, Salud, Educación e Investigación.
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Iberoamérica enfrenta hoy diversos desafíos. Algunos tienen su origen en la situación interna de los países, otros son impuestos por el escenario internacional; algunos constituyen una herencia del pasado mientras otros son consecuencia de procesos que han tenido lugar en el último tiempo. Dentro de estos últimos, por su transversalidad e impacto, destacan los retos derivados del cambio climático, los que emergen de la transformación digital, las amenazas que se ciernen sobre la seguridad alimentaria y las deficiencias de una arquitectura financiera internacional ideada hace décadas, que no ofrece herramientas adecuadas para paliar los efectos de las más recientes crisis y generar un crecimiento alto y sostenido. Para hacer frente a estos desafíos, la Comunidad Iberoamericana ha decidido reafirmar su apuesta por un multilateralismo sin exclusiones, por las soluciones consensuadas y por la cooperación centrada en las necesidades de las personas. Así lo demuestra el trabajo realizado por los veintidós países iberoamericanos, liderados por la Secretaria Pro Tempore de República Dominicana y apoyado por la Secretaria General Iberoamericana. Dicho trabajo ha preparado el camino hacia la XXVIII Cumbre de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, que tendrá lugar el próximo 25 de marzo en Santo Domingo, República Dominicana, bajo el lema: “Juntos por una Iberoamérica justa y sostenible.” Como una foto en blanco y negro del siglo XX con aroma a naftalina, es el recuerdo que ha dejado la reciente reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) en Buenos Aires. La VII cumbre del bloque, pareció un documental del pasado -que lamentablemente en la región no es remoto y sigue presente-. Observamos abrazos, palmoteos de espalda, el regreso de Lula y Brasil, la ausencia de Nicolás Maduro y de Andrés Manuel López Obrador. Mayoritariamente se habló de los viejos temas de integración, se volvió con la aspiración de la moneda única regional, el bloqueo de Cuba, democracias fatigadas y los avances de la amenaza “fascista derechista”, entre otros, que dan cuenta de lo poco que se avanza en una región que, para peor, ahora sus mandatarios decidieron hacer las reuniones a puertas cerradas en contra de toda la transparencia que exige la ciudadanía. Por cierto, como era previsible no se hicieron pronunciamientos sobre la falta de democracia en Venezuela y Cuba. El escenario mundial (el político-institucional, geopolítico y económico-social) se está transformando a un ritmo cada vez mayor. El mundo de la post Guerra Fría ha ido desapareciendo a causa de sucesivos cambios de coyuntura: recibió el primer embate en la crisis económica de 2008, que abrió las puertas a la emergencia y consolidación de China como gran potencia. A ello siguieron los problemas internos (polarización política y declive económico) y externos en EEUU (las retiradas de Irak y Afganistán). La pandemia de 2020 y sus efectos económico-sociales (2021-22) y finalmente la invasión y guerra en Ucrania no han hecho sino acelerar el proceso de transformación geopolítica, geoestratégica y geoeconómica internacional. América Latina como región y los países latinoamericanos en particular llevan tiempo ocupando una posición periférica dentro de ese panorama geopolítico mundial. Ha asistido a todos estos sucesos desde una posición secundaria, siendo, sin embargo, alcanzada muy de lleno por las diferentes ondas expansivas de las distintas crisis económicas, geopolíticas y sanitarias por las que ha atravesado la humanidad... |
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