Este artículo pretendía ser publicado días atrás, pero un asunto atrasó terminarlo a tiempo: debía esperarse que nos comuniquen oficialmente en Argentina el último indicador de inflación mensual, de enero 2023, y con esto deducir también el índice de inflación interanual. Pocos ciudadanos del mundo entenderán por qué este dato es de tanta relevancia, porque, pocas naciones del mundo sufren índices de inflación mensuales preocupantes y conviven con un régimen de alta inflación. Por eso, muchos entenderán que, si uno tiene que esperar este dato para poder hablar del estado de situación integral de Argentina, es porque la macroeconomía de dicha nación no goza de buena salud. Los datos arrojaron la cifra de 6 % de inflación mensual para enero de 2023, y la inflación interanual ya alcanzó el 98,8 %. ¿Qué quiere decir que tenemos estos índices de inflación? Que somos la nación que ocupa el lugar número 5 respecto a altos niveles de inflación, solo por debajo de Venezuela (305,7 %), Zimbabue (244 %), Líbano (142 %) y Sudán (102 %). Y esto quiere decir que esta problemática macroeconómica (que pocos pueden negar, Cristina Fernández de Kirchner (CFK) es de esos pocos) proviene de un significativo problema monetario por el excesivo y sostenido gasto público, y que tal situación está llevando a la Argentina a utilizar desmedidamente “la maquinita de hacer billetes”, lo cual lógica y tristemente resulta en la suba constante de precios y el incremento de las deudas interna y externa.
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La sociedades suelen ser durables, pero deben renovarse –o a veces, también, reencontrarse– mediante procesos internos cuyo tiempo de vida, en cambio, suele ser mucho menor. El Imperio Bizantino existió por un milenio, pero esta larga existencia estuvo dividida en muchos periodos menores, determinados por los cambios que se fueron produciendo cada tanto. Esta es una verdad de Perogrullo, que sin embargo suele ser olvidada, en especial por los protagonistas de la vida pública, los cuales viven cada momento de auge o incluso los de decadencia como si nunca fueran a acabar. La entropía afecta a todos y a todo, pero al mismo tiempo no hay nadie que no desee perdurar. Hace algo menos de una década, los artículos periodísticos que publicaba en el extranjero sobre la situación de mi país, Bolivia, explotaban el asombro que causaba en los medios internacionales su éxito económico, su crecimiento récord, su muy mejorado bienestar social; así como los peculiares antecedentes del presidente de entonces, Evo Morales, y su aún más curiosa personalidad. Se hablaba entonces del “milagro boliviano”, de las “Arcenomics” (por el ministro de Economía Luis Arce, hoy presidente del Estado), y del creciente empoderamiento indígena bajo una democracia multicultural. Morales tenía una alta aprobación popular y se reelegía una y otra vez con elevados resultados; al mismo tiempo, las victorias electorales del Movimiento al Socialismo (MAS) le ofrecían a este partido más de dos tercios de votos en el parlamento; la oposición no podía objetar demasiado y la mayor parte de los intelectuales de las universidades y los medios apoyaban el nuevo orden, exaltaban las diferencias entre este y los “tiempos neoliberales”, o, en todo caso, matizaban su desacuerdo, si no lo callaban. The Objective.- Cada cierto tiempo, la sección internacional de la prensa retoma su interés noticioso sobre Perú: un presidente destituido, un congreso disuelto, miles de peruanos exigiendo lo primero y/o lo segundo, etc. El ritmo vertiginoso de los respectivos acontecimientos dificulta esa mirada pausada y cautelosa que permite identificar los orígenes de la inestabilidad, las salidas temporales y las soluciones definitivas. Llama la atención que existen interpretaciones de la realidad peruana para todos los gustos. Algunas enfatizan en las causas coloniales del conflicto, fundadas en Estados débiles y excluyentes, en un racismo estructural, en un «menosprecio histórico». Otras tocan las vísceras de nuestras teorías conspirativas favoritas, culpabilizando de la insurgencia a la telaraña del comunismo internacional o indignándose con la represión estatal autorizada por la versión local «mano dura». No faltan las que calzan con fetiches ideológicos, como los que consideran que «Castillo nunca tuvo poder porque era un maestro de escuela rural» (sic), o las que elucubran que «Evo Morales está detrás de la revuelta puneña» (sic).... Leer más El oficialismo ante la fragmentación política: consulta y elecciones seccionales en Ecuador4/2/2023 El próximo 5 de febrero los ecuatorianos acudirán a las urnas para elegir alcaldías, prefecturas, y resolver una consulta plebiscitaria que plantea modificaciones constitucionales. También se elegirán miembros del Consejo de Participación Ciudadana (CPCCS). El ejecutivo central afronta estos comicios con el líder peor valorado de América del Sur en 2022 (Gallup), que no es poco decir, y como uno de los estandartes del centroderecha sudamericano en un contexto en el que la izquierda copa los principales sillones presidenciales del continente. Esta situación es resultado de un buen aprovechamiento del voto ‘de castigo’ antioficialista en los últimos años más que a un giro ideológico de la región. Así lo demuestran las victorias conservadoras de Lacalle Pou en 2020 o Lasso en 2021, también desde la oposición, o las dificultades de la izquierda para extrapolar esas victorias presidenciales a escala municipal y regional en grandes núcleos poblacionales como Lima, Buenos Aires, Santa Cruz, Sao Paulo o Rio de Janeiro, además de Montevideo o Asunción, donde el centroderecha también retiene la presidencia a nivel nacional. |